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JULIO CÉSAR AGUILAR

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JULIO CÉSAR AGUILAR

(Ciudad Guzmán, Jalisco, México). Poeta, ensayista y traductor de inglés. Cursó la carrera de Medicina en la Universidad de Guadalajara; posteriormente realizó una maestría en Artes en Español en la Universidad de Texas en San Antonio y un doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Texas A&M, de la cual obtuvo una beca postdoctoral. Su obra se ha traducido a varios idiomas y ha sido publicada en diversos países. Es autor de Rescoldos, 1995; Brevesencias, 1996; Nostalgia de no ser mar, 1997; Mano abierta, 1998; El desierto del mundo, 1998; El patio de la bugambilia, 1998; Orilla de la madrugada, 1999; Illuminated Mysteries/Misterios iluminados, 2001; La consigna y el milagro, 2003; Una vez un hombre, 2004, 2007; La consigna y el milagro/The Summons and the Miracle, 2005; Transparencia de lo invisible/Transparency of the Invisible, 2006; El yo inmerso, 2007; Barcelona y otros lamentos, 2008; Alucinacimiento, 2009; La consigna y el milagro/La convocazione e il miracolo, 2010; La consigna y el milagro, edición bilingüe español-árabe, 2011, y español-polaco, 2013, Aleteo entre los trinos, 2015, y Perfil de niebla, 2016. Traducciones suyas son Con ansia enamorada, de Irving Layton, 2004; Camino del ser. Antología: 24 poetas anglosajones, 2006; Pintando círculos, de Luciano Iacobelli, 2011; La costurera y el muñeco viviente, de Beatriz Hausner, 2012, y Pascal va a las carreras, de Janet McCann, 2015.

Rodrigo Lira: Una aproximación neobarroca a su poética de genialidad esquizofrénica

“[A]quel que sin la locura de las Musas llegue a las puertas
de la poesía convencido de que por los recursos del arte
habrá de ser un poeta eminente, será uno imperfecto,
y su creación poética, la de un hombre cuerdo,
quedará oscurecida por la de los enloquecidos.”
Platón

Rodrigo Lira (Chile, 1949-1981) se ha ido convirtiendo con el paso del tiempo en una figura de culto en el ámbito de la literatura no sólo chilena sino latinoamericana, aun sin haber publicado ningún libro en vida. Su poesía ha sido catalogada por la crítica como postmoderna, rupturista, neobarroca, experimental y metapoética, entre otras clasificaciones. Sin embargo, todavía son escasos los estudios que abordan los aspectos neobarrocos de su producción literaria. En este ensayo se exploran textos de su obra poética publicada póstumamente, Proyecto de obras completas (1984) y Declaración jurada (2006), desde una perspectiva de la salud mental, es decir psiquiátrica y psicológica, ya que a los 21 años Lira fue diagnosticado con esquizofrenia hebefrénica, y poco tiempo después con la de subtipo paranoide.
Rodrigo, personaje histriónico además, quien en alguna ocasión firmara sus textos como “Lira Destemplada”, y que habiendo cursado cuatro carreras universitarias no se graduó de ninguna, era poseedor de un alto nivel cultural, el cual se evidencia en su obra. Además de su índole excesivamente lúdica y paródica, la poética de Lira se caracteriza por una utilización autoconsciente del lenguaje y por ciertos procedimientos formales y atributos estético-estilísticos de la poesía neobarroca, tales como el discurso proliferativo, la ambigüedad textual, la confluencia de discursos de otras disciplinas más allá del literario, entre otros. De tal modo que algunas de las prácticas escriturales de Lira tienen una estrecha conexión con las alteraciones lingüísticas del discurso esquizofrénico. Así, uno de los propósitos del presente ensayo es, por lo tanto, señalar los rasgos neobarrocos de su poesía, los que a su vez se derivan de sus cuadros patológicos y de los signos mórbidos de su personalidad, mediante el análisis estructural y temático de su obra en relación a los elementos peculiares del Neobarroco. En otros términos, las características neobarrocas de su producción poética responden en gran medida a la esquizofrenia que Lira padeció, representando en algunos momentos la sintomatología misma del trastorno mental.
Uno de los primeros en teorizar sistemáticamente sobre el Neobarroco es el italiano Omar Calabrese. De acuerdo a este semiólogo y crítico de arte, “[e]l ‘neobarroco’ es simplemente un ‘aire del tiempo’ que invade muchos fenómenos culturales de hoy en todos los campos del saber, haciéndolos familiares los unos a los otros y que, al mismo tiempo, los diferencia de todos los otros fenómenos culturales de un pasado más o menos reciente” (12). Así, variados son los elementos con los que Calabrese caracteriza este término dentro de su estudio, como los siguientes: La excentricidad, el laberinto, el límite, la imprecisión, el exceso, la indefinición, el nudo, el fragmento, la inestabilidad, la repetición, el desorden, la perversión, la complejidad, la aproximación, el caos, la vaguedad, la distorsión, el ritmo, la metamorfosis, el detalle, la oscuridad, la indistinción, el extravío, la re-creación, el enigma, la replicación, entre algunos otros. En suma, la tesis general de Calabrese sobre el Neobarroco “es la de que muchos importantes fenómenos culturales de nuestro tiempo están marcados por una ‘forma’ interna específica que puede evocar el barroco” (31).
Sin embargo, antes de Calabrese, escritores de Latinoamérica, como los cubanos
Severo Sarduy, José Lezama Lima y Alejo Carpentier —así como Haroldo de Campos, en el Brasil— ya habían contribuido al estudio tanto del Barroco como del Neobarroco. Así, para Sarduy, unos de los elementos consustanciales al Barroco serían la artificialización y la parodia. Según él, la artificialización se logra mediante tres mecanismos: la sustitución, la proliferación y la condensación; mientras que en la parodia intervienen la carnavalización y la intertextualidad. Por lo tanto, entre muchos otros elementos y conceptos que describen al Barroco y al Neobarroco, y consecuentemente a la poesía neobarroca, se encuentran la inarmonía, el desequilibrio, el descentramiento, la cita, la densidad, el pliegue, la estructura rizomática, el desciframiento, los giros sintácticos, la ambigüedad, la extravagancia, el amaneramiento, el claroscuro, la inteligibilidad, la reminiscencia, el enmascaramiento, la heterogeneidad, el encubrimiento y el policentrismo.
En años más recientes, continuando con la genealogía del Neobarroco, Roberto Echavarren subraya que los poetas neobarrocos “pasan de un nivel de referencia a otro, sin limitarse a una estrategia específica, o a cierto vocabulario, o a una distancia irónica fija” (14), por lo que es factible decir, como él mismo lo señala enseguida, que no existe un solo estilo bien definido que se evidencie con facilidad en las obras de aquellos poetas que se han considerado neobarrocos. Pero por otra parte, mediante todas las características mencionadas con anterioridad, es posible identificar un poema de estirpe neobarroca. Además de compartir ciertas peculiaridades y procedimientos formales y estructurales de la poesía de las vanguardias, distanciándose al mismo tiempo de ellas, la poética neobarroca se expande en múltiples direcciones como el rizoma, a través de variadas estrategias discursivas en las que muchas veces el yo lírico se aniquila, se fragmenta o simplemente desaparece.
Por otra parte, desde el punto de vista médico de las patologías del lenguaje, la neuropsiquiatra Nancy Coover Andreasen, quien además posee un Ph.D. en literatura inglesa, ha observado múltiples distorsiones en el lenguaje de los esquizofrénicos, quienes “pueden utilizar el lenguaje de forma adecuada, pero no logran comunicarse bien debido a que no tienen en cuenta a sus interlocutores y las necesidades informativas de éstos (Salavera Bordás et al). Para Andreasen, las principales alteraciones psicolingüísticas que puede presentar el paciente esquizofrénico son, por ejemplo, la incoherencia o “ensalada de palabras”, el descarrilamiento, la logorrea
—también conocida como verborrea—, la ecolalia, la perseveración, los neologismos, el bloqueo, el lenguaje prolijo, la asonancia y la aliteración, los ilogismos, la pobreza del discurso o del contenido del discurso, la pérdida del objetivo u olvido del tema; así como también el discurso puede ser circunstancial, tangencial, enfático, divergente y/o autorreferencial, y de igual forma puede presentarse parafrasia fonética y/o semántica.
Nacido en la Clínica Santa María de Santiago, Chile, el 26 de diciembre de 1949,
Rodrigo Lira, el primogénito de cuatro varones del matrimonio de Gabriel Lira y Elisa
Canguilhem, se suicida el 26 de diciembre de 1981, exactamente a la misma hora y
fecha en que había venido al mundo, cuando recién cumplía los treinta y dos años de edad. Lira se dejó desangrar tras cortarse las venas de las muñecas y causarse heridas en otras partes del cuerpo dentro de la tina del baño. Su apartamento con el número 22 —en el que vivía solo— se localiza en la avenida Grecia 907 de la comuna Ñuñoa, en Santiago, ciudad en la que casi siempre radicó, o por lo menos la mayor parte de su vida. El poeta —quien además era un aficionado al dibujo y a la pintura— había sido diagnosticado con esquizofrenia hebefrénica a los 21 años de edad, por el psiquiatra Armando Roa. Este subtipo de esquizofrenia en la actualidad se conoce como desorganizada, y se caracteriza por el comportamiento extraño que carece de propósitos, y la falta de sentido en el discurso, ya que el habla no tiene una organización en su estructura, también puede presentarse una afectividad plana o inapropiada para una situación determinada. Los primeros síntomas de la enfermedad suelen presentarse generalmente antes de los 25 años de edad.
A lo largo del tiempo se ha visto, en artistas psiquiátricos —especialmente esquizofrénicos—, una conexión entre la evolución del estilo de su obra con las alteraciones propias de la enfermedad; por lo tanto, es muy posible que la concomitancia de psicosis o de cualquier otra dolencia mental en grandes artistas contribuya a definir las características de la obra artística, o a por lo menos delinearla. En su estudio en el que indaga las particularidades del lenguaje esquizofrénico, Sergio Piro también explora la psicopatología de la expresión literaria. De acuerdo a este psiquiatra,
[l]a psicopatología de la prosa y de la poesía de los enfermos mentales ha sido a menudo objeto de investigación. Este campo está caracterizado por el uso del lenguaje verbal escrito y, por este motivo, el estudio puede encaminarse sea hacia las modalidades expresivas (psicopatología de la expresión), sea hacia las características del lenguaje (análisis lingüístico y semántico); muchos de los estudios sobre el tema encaran conjuntamente los dos aspectos (219).

En la obra de Lira abundan los ejemplos relativos a las formas de expresión poética que denotan un uso peculiar del lenguaje, tanto en un sentido semántico como sintáctico y lingüístico, que es resultado primordialmente de su condición mental. El diagnóstico de esquizofrenia hebefrénica que se le adjudicó a Lira fue muy cuestionado en el hospital psiquiátrico en su momento, pues no todos los médicos consideraban que ese fuera el trastorno que tuviera su paciente. Además de los de esquizofrenia, otros síntomas y rasgos que presentaba Lira parecieran corresponder también a los de algún

trastorno de personalidad —que conforman el eje II de la clasificación axial del DSM IV— o de trastorno bipolar.
Lira murió siendo su estado civil soltero y sin haber procreado ningún hijo, no obstante sostuviera por algún tiempo algunas breves relaciones de noviazgo, aunque de acuerdo a Óscar Contardo, el poeta “se enamoró pero nadie le recuerda una novia” (123). Según Merino, una vez se encontró a Lira en un bar de Valparaíso, quien estaba acompañado por una mujer, con la que presumiblemente tuvo cierta relación. En opinión de su psiquiatra Arístides Rojas, Lira tenía serios problemas de dar y recibir amor, por lo que tenía miedo de relacionarse con las mujeres, pues sentía cierto temor ante la posibilidad de no ser lo bastantemente viril o potente (en entrevista con Dinamarca). Para Enrique Lihn, también ese fue el origen de las crisis emocionales de Lira, cuando menciona que “sus problemas de carácter eran el resultado de su frustración erótico sentimental” (11). En una conversación con Maura Brescia de Val, Lira relata importantes aspectos sobre su historia personal:
Esto de vivir solo, y de ser soltero, es un problema. Los primeros versos que hice se los dediqué a una musa juvenil, pero no me hizo caso. Me considero un esteta: me atraen las mujeres armoniosas y cultas. No he tenido suerte, porque cuando me gustan el interés no es recíproco, y viceversa. Asistí a terapias de grupo y sesiones psicoterapeutas, y una vez que se dictaminó mi recuperabilidad, me trasladé a vivir solo al departamento que aún ocupo. Mi historia tiene bastante que ver con mis dificultades para el contacto personal directo, pero no tengo una personalidad agresiva. La dedicación que brindo a la poesía no ha tenido repercusiones del orden material, y a veces mi situación personal se ha deteriorado debido a la estagnación mundial, y a restricciones en el mercado ocupacional (s/n).

Sin embargo, la raíz de los males psicológicos de Lira, tal vez deban buscarse principalmente en la dinámica familiar conflictiva y en la relación que tuvo desde niño con sus padres, quienes no satisficieron la gran necesidad afectiva del poeta. Cuenta su madre en el diálogo con Hernán, que cuando Gabriel —el padre de Lira— estudió leyes, se alejó por consecuencia del contacto necesario que se debe tener con los hijos. En el mismo documental, el psiquiatra ofrece su punto de vista con relación al vínculo padre-hijo: “Nunca lo acarició; se notaba en Rodrigo esta necesidad de afecto masculino. Rodrigo, como todo hombre, amaba al padre. Nunca entendió —Rodrigo— lo importante que era para su salud psicológica el poder ventilar, limpiar, resolver las dificultades de esta relación, y poder finalmente mirar al padre con una mirada de adulto, compasiva”.
Por otra parte, Elisa menciona que ella tampoco es una persona que estuviera haciendo caricias y demostrara el afecto que sentía por dentro. Ya antes había declarado en la misma entrevista: “Hubo un momento en que uno sintió una tremenda desilusión por la evolución de Rodrigo, de este niñito genio, cuando al salir del colegio —por nuestra manera de ser— pensábamos que Rodrigo estudiaría leyes, que iba a ser un abogado brillante o algo de ese tipo”. Pero el hijo mayor, por ser el “rompeesquemas total que era” —según calificó la madre a su hijo en esos términos— obviamente no cumpliría con las expectativas que la familia tenía de él. El psiquiatra de Lira comenta que la madre siempre estuvo requiriendo por parte de su hijo el logro de metas,
como si el mero hecho de existir de Rodrigo no fuera ya la demostración de que él era algo, aunque ella no entendiera ni yo entendiera qué es eso y qué era Rodrigo. Es decir, esa combinación del deseo que Rodrigo sobresaliera, pero al mismo tiempo, con lenguaje no verbal y a veces verbal, haciéndole sentir a Rodrigo incapaz de alcanzar esa meta, [lo que le] producía por lo menos a Rodrigo un estado de ánimo que empezaba en estallidos de rabia que dirigía contra el mundo (Dinamarca).

Existió, y debió haber existido asimismo, una relación conflictiva con el padre, ya que siendo militar, nunca le manifestó sentimientos de ternura ni logró que su hijo se sintiera querido ni valorado. Por un lado ese rechazo de los padres y de los hermanos, con quienes tenía una relación tensa, y después por el otro la indiferencia de los poetas de su entorno, contribuyeron a la evolución de la enfermedad y al desarrollo de su personalidad patológica, y por consiguiente al estilo de su obra poética pues, como opina Lihn, “Lira reaccionaba ante cualquier cosa que se dijera o no dijera de él y fueron pocos los estímulos recibidos y algunos, en cambio, las reprobaciones enfáticas, que nunca faltan cada vez que una nueva promoción de poetas jóvenes es llamada a hacer la guardia[…]. La susceptibilidad y la agresividad de Lira exasperaron su ‘escrituración’; su guerra de palabritas versadas era versada, a veces, en nimiedades y extenuaba el verso con ellas” (12).
Lira ingresa a la Escuela Militar en 1964, motivo por el que sus padres lo envían a Santiago para que se instruya allí por considerarlo un muchacho brillante, mudándose de la ciudad de Iquique. La madre recuerda que “[s]e veía muy lindo con uniforme. En realidad era muy buen mozo. Después ya no lo fue” (Cit. en Contardo 126). Elisa agrega que empezaron a darse cuenta de los problemas mentales de su hijo, cuando éste renuncia inesperadamente a un buen empleo que había conseguido en 1971 en la editorial Quimantú, donde laboraba en el departamento de publicaciones infantiles y educativas. Sólo se mantuvo allí por algunos meses, por lo que renunció sin una causa específica para viajar por el desierto del norte de Chile con una mochila. Por esa época, Lira ya fumaba marihuana, lo que era intolerable para su familia, principalmente por ser su padre un militar. La marihuana la conseguía en la Villa Olímpica, por la avenida Grecia, cerca de su departamento, y junto con Alejandro Pérez, quien aclara que eran “buenos amigos marihuaneros” (Cit. en Contardo 139), la fumaban en las canchas del interior del Pedagógico.
Dentro de las enfermedades mentales, aparte de la depresión y el trastorno bipolar, una de las más severas y complejas por su carácter de cronicidad y por el deterioro personal, social y laboral que puede causar en el paciente, es sin duda alguna la esquizofrenia, de la cual existen además diversas hipótesis sobre su origen y serias controversias fomentadas por la antipsiquiatría, en relación a si debe realmente considerarse una enfermedad o no, a pesar de todos los avances en la neurofisiología y de las múltiples investigaciones en torno a ella. El término “esquizofrenia” se deriva del griego clásico schizein que significa “dividir, escindir, hendir, romper” y phrēn, “entendimiento, razón”, por lo tanto, en el sentido literal de su etimología equivaldría a mente o “espíritu desgarrado o escindido” (Broustra 35). Entre algunos de los poetas de habla hispana que han padecido de esquizofrenia se encuentran Jacobo Fijman (Argentina, 1898-1970), Ángel Guillermo Chirinos Cúneo (Perú, 1941-1999), Leopoldo María Panero (España, 1948-2014) y Ángel Escobar (Cuba, 1957-1997).
Este padecimiento psiquiátrico, que “es la enfermedad más desconcertante de la psiquiatría, si es que no de toda la medicina” (Kasanin 17), se caracteriza por la presencia de alteraciones en la percepción o en la expresión de la realidad, y de acuerdo al DSM-IV existen cinco subtipos de esquizofrenia: paranoide, catatónica, desorganizada o hebefrénica, residual e indiferenciada. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud, aparte de los cinco diagnósticos anteriores, en su clasificación incluye otros dos subtipos: la esquizofrenia simple y la depresión post-esquizofrénica. Para realizar el diagnóstico de esquizofrenia, el psiquiatra se vale de los criterios formulados por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, contenidos en el DSM.
El inicio de la sintomatología de esta enfermedad suele desarrollarse generalmente en adultos jóvenes, entre los 20 a 25 años de edad, de una manera lenta durante meses o años, o de forma repentina. Dentro de la gran variedad de síntomas que puede presentar un paciente esquizofrénico —dependiendo del tipo de esquizofrenia de la cual se trate— los más frecuentes son los delirios, las alucinaciones auditivas, el discurso desorganizado y los trastornos afectivos, por lo que es común que un paciente tenga diagnósticos comórbidos. De tal modo que en el esquizofrénico, de acuerdo a Jean Broustra, se “desintegra la percepción concreta de lo real, mediante modificaciones sensoriales alucinatorias, que comprometen el ser hacia ficciones imaginarias en donde acaba perdiéndose” (179). Aunada a la esquizofrenia, Rodrigo Lira cursaba con períodos de depresión, por lo que la frecuencia de la comorbilidad en los trastornos psicóticos y afectivos —y general en cualquiera de los padecimientos psiquiátricos— es muy elevada. En la actualidad hay una tendencia creciente por parte de los psiquiatras a polidiagnosticar al paciente, debido al sistema clasificatorio multiaxial propuesto por el DSM, a partir de su tercera emisión. Los médicos psiquiatras M. S. Campos y J. A. Martínez-Larrea, confirman lo anterior en su artículo en el que analizan la comorbilidad en las patologías mentales más frecuentes:
En el ámbito de la Psiquiatría, es bien conocida la alta prevalencia de los trastornos afectivos tanto en población general como en población psiquiátrica. Se sabe que algunos de los síntomas o trastornos afectivos aparecen con una alta frecuencia en muchas de las patologías psiquiátricas, como son los trastornos de ansiedad, los trastornos obsesivo-compulsivos, los trastornos de alimentación, los trastornos esquizofrénicos y el abuso de sustancias, sobre todo el alcoholismo (118).

En cuanto a la comorbilidad entre la esquizofrenia y la depresión, se sabe desde un punto de vista sintomático, que los pacientes esquizofrénicos muy a menudo presentan cuadros depresivos. Por consiguiente, la presencia de la depresión comórbida en la esquizofrenia, presupone un peor pronóstico para el paciente, con una pésima evolución de la patología, por lo que se “incrementa el deterioro del funcionamiento general del individuo, el sufrimiento personal, el índice de recaídas o de hospitalizaciones y la incidencia de suicidios” (Campos, Martínez-Larrea). Por otro lado, es necesario recordar el estigma social que genera el diagnóstico de esquizofrenia que, en algunos casos, el personal médico y familiares del paciente evitan utilizar dicha etiqueta, a cambio de otros diagnósticos menos alarmantes.
Más allá de los diagnósticos psiquiátricos que se le hayan asignado a Lira, conviene destacar que la actividad creativa, tal cual lo destaca el Dr. Rojas, “permite ciertamente un ordenamiento dentro del caos” (Dinamarca). Por eso mismo, el ejercicio de la escritura poética en Lira fue como un medio para que su vida adquiriera un sentido de pertenencia al mundo. Con el título del siguiente fragmento de “Declaración jurada”, se da nombre al segundo libro póstumo de Lira. Dicha narración de “notable interés sicosocial” (Echegoyen s/n), evidencia la constante preocupación de su autor por detallar minuciosamente las situaciones allí mencionadas. Esa obsesión suya reflejada en su obra entera, es la impronta de su estilo. Con pormenores que muestran su habilidad para manejar el lenguaje y los datos de la información, el autor expone:
Yo, Rodrigo Lira, en relativo uso de mis facultades mentales —el ser humano ocupa o utiliza un mero 10% de sus capacidades mentales, afirma Louis Pauwels (el de “El Retorno de los Brujos”): imagínese a mi humilde persona, a quien le eran sistemáticamente destruidas sus irrecuperables neuronas mediante una serie de electroshocks en un gabinete de la Clínica del Carmen hace exactamente un año y tres días— hoy, 17 (diecisiete) de septiembre de 1977 (mil novecientos setenta y siete), a cuatro años y seis días del Pronunciamiento Militar, cuando las banderas flamean a todo lo largo de Chile, en mi calidad de ciudadano y de cabo segundo de reserva del Ejército de Chile, de alumno de cualquier cantidad de Establecimientos Educacionales, y de carga familiar del abogado y coronel de ejército (R) Dn. J. Gabriel Lira R., y por tanto favorecido con los servicios en medicina y odontología de la Caja de la Defensa Nacional, sin que se haya ejercido sobre mí apremio ilegítimo alguno ni se me haya hecho víctima de forma alguna de violencia física, por mi propia y libre voluntad y sin estar obedeciendo —que yo sepa— a ninguna sugerencia proveniente de alguien, vengo en declarar lo que a continuación declaro: (21).
Con estas reveladoras palabras, Lira inicia su declaración en la que da cuenta del episodio policial con los agentes, en el que se vio involucrado al estar consumiendo “un trago de un cóctel de Pisco con Coca-cola” (21) que unos muchachos le habían ofrecido, y ser inculpado por un cigarrillo de marihuana que los agentes encontraron en el suelo. A lo largo de ese texto, Lira asegura ser inocente, y niega que ese cigarrillo haya pertenecido a él. Sin embargo, la amplia referencia a las drogas tanto legales como ilegales dentro de su obra, sugiere que en realidad Lira las consumía.
Con tono irónico, el autor se presenta mencionando que sus facultades mentales son relativas, ya que por las terapias electroconvulsivas con las que el Dr. Rojas Ladrón de Guevara lo trataba debido a sus trastornos emocionales, las neuronas fueron destruidas. En esa narración, como en muchos otros textos suyos, se percibe cierto temor en el hablante, a veces explícito en la obra misma, aspecto sintomático que apunta si no a una esquizofrenia paranoide, por lo menos a un trastorno de personalidad paranoide, perturbaciones en las cuales el paciente muestra un aislamiento social debido a la extrema desconfianza que siente hacia las demás personas de su entorno, constituyéndose ese miedo como un síntoma importante. No obstante, a través de una extensa parte de su obra publicada, la voz poética de Lira se revela contra las figuras de poder. En este sentido, Echegoyen considera que
[s]us textos a menudo interpelan a la “autoridad”, llámese ésta director del Artes y Letras, el poder sin cara o, cada cosa en su contexto, otros poetas de algún modo “reconocidos”, como Lihn y Zurita. Los interpela y se ríe de ellos con melancólico, y a la vez autodestructivo, sarcasmo. El poeta, lúcidamente, se sabe lucido: no será “acogido”, y, si acaso, tan sólo post-mortem (como autor “de culto”), tras abandonarlo todo, con macabra y petroniana elegancia, en diciembre del 81 (s/n).

Sin embargo, en esa interpelación a las figuras que ostentan el poder, a la que hace mención Echegoyen, se oculta paradójicamente una sensación de miedo por parte del poeta, al sentirse vulnerable ante un peligro imaginario. Cuando Lira estuvo hospitalizado por su psiquiatra Arístides Rojas en la Clínica del Carmen, al poco tiempo de ser ingresado, el poeta rompió un ventanal y trató de cortarse el cuello, por lo que estuvo sujetado a su cama en el pabellón de los pacientes agitados, motivo que le bastó a su médico para indicarle “que le administraran electroshock” (Contardo 136). Cristian Beroiza, por su parte, comenta que
[e]n una buena cantidad de artículos académicos, y en el lamentable video documental (Dinamarca, 2000) es aún más claro, la muerte y la personalidad patológica de Lira han funcionado en forma exclusiva como matrices de sentido de sus textos y de sus prácticas de escritura. De ahí que poemas como Topología del Pobre Topo (p. 128), Angustioso caso de soltería (p. 27) y Testimonio de circunstancias (p. 54) sean, en este esquema, un reflejo peligrosamente confiable de su realidad material, psicológica y/o afectiva, desde la cual presumiblemente escribió para exorcizar su angustia o para anticiparnos su inevitable tránsito hacia el despeñadero (s/n).

Aunque ciertamente ese video documental al que alude Beroiza ha sido muy criticado, por diversas razones y por varias personas, resulta imprescindible conocerlo por los testimonios ofrecidos por la propia madre del poeta, doña Elisa Canguilhem, y los del médico psiquiatra de Lira, el Dr. Arístides Rojas. Por otro lado, los poemas mencionados arriba por Beroiza son realmente importantes para comprender la estructura psíquica de Lira, así como sus motivaciones más personales que lo obligaron a desempeñarse en la práctica de la escritura poética.
La esquizofrenia —o el grupo de esquizofrenias— suele ser con bastante frecuencia un padecimiento devastador, con tendencia a la cronicidad, altamente desgastante, tanto para el paciente que la sufre como para los familiares que consecuentemente sufren con él. Aunque existe tratamiento farmacológico efectivo para tratar los síntomas tanto positivos como negativos de la esquizofrenia, entre ellos los antipsicóticos o neurolépticos —dentro de los cuales el haloperidol es el medicamento de primera elección—, muchos pacientes terminan con su vida a temprana edad, suicidándose, como fue desde luego el caso de Rodrigo Lira.
No obstante la locura sea una afección casi tan antigua como la humanidad, la creación del concepto esquizofrenia es relativamente reciente, siendo este padecimiento mental el paradigma de la locura. El psiquiatra francés utilizó por primera vez, en 1853, el término “demencia precoz” para explicar una enfermedad mental que aquejaba a adolescentes y a jóvenes; a partir de la creación de ese término, Emil Kraepelin incluyó allí en 1898 la catatonia y la hebefrenia (enfermedad ésta última que el Dr. Armando Roa le diagnosticó a Lira a los 21 años de edad), y posteriormente Eugenio Bleuler fue quien creó la categoría de las esquizofrenias, diez años después, en 1908, siendo la primera vez que se utiliza dicho vocablo como diagnóstico de una patología mental, en su obra titulada Dementia Praecox ou groupe des Schizophrènes. Entre sus páginas, Bleuler describía de la siguiente manera el amaneramiento que observaba en sus pacientes esquizofrénicos:
Los enfermos adoptan actitudes, posturas (…). Imitan las maneras, tienen un carácter afectado, escénico, inadecuado al medio y a la situación, que bordea a menudo la caricatura. La mayoría de las veces es imposible entenderlos (…). El amaneramiento se traduce sobre todo en los gestos en la mesa y en el hablar: usan diminutivos, vocablos extraños, entonaciones, ritmos extravagantes, muecas, gritos, rarezas (Cit. en Broustra 37).

Tal descripción realizada por Bleuler de la personalidad del esquizofrénico, recuerda los manierismos de Lira, y sus gesticulaciones al hablar, como se observa en los videos en donde él participa de una reunión en casa de Lihn y cuando se presenta en el programa de televisión Cuánto vale el show. En otro aspecto, revelador de su situación personal es el título “Angustioso caso de soltería”, del primer poema incluido en Proyecto de obras completas, y el cual contiene un epígrafe del Canto 1 de La Araucana (1569), poema épico de Alonso de Ercilla. No obstante el particular adjetivo usado en el título del texto, debe pensarse que el autor va a abandonar la ironía y ese humor corrosivo que casi siempre se encuentra presente en su obra. En los versos que siguen se aprecia una postura irreverente ante el lenguaje y el tema, muy distintos a los que presupone el título, desconcertando así al lector ya que éste bien pudiera imaginarse un texto con otras características, un poema posiblemente de tono solemne o lastimero, no siendo desde luego éste el caso:
En el hipotético —pero no imposible— caso,
en el evento de que la lectura deste poemaanuncio repercutiera en alguna
interesada,
ésta podría escribir —a mano o a máquina— o mandar un cassette u otro
medio
asking for further and additional info (*) al nombre mencionado supra
—al comienzo— a la dirección […] (23).

En un verso de la siguiente estrofa a la anterior, el autor escribe la dirección postal que en realidad tuvo los últimos años hasta el final de su vida: “Grecia 907 / Departamento 22 / Ñuñoa / Santiago” (23). Como se observa en esos versos, la voz poética llama poemaanuncio a su texto, intercala los códigos lingüísticos al escribir algunas partes en inglés, utiliza con demasiada frecuencia los guiones largos, e incluye un arcaísmo (deste) y además un asterisco que deriva a una nota a pie de página, en la que reza el siguiente comentario: “solicitando información adicional o mayores detalles. English is spoken accepabily [sic] and should —though not necessarily— be spoken by the applyer” (23).
En el primer verso de este poema se enuncia la identidad del personaje: “Juan Esteban Pons Ferrer (el individuo representado en la foto de la izquierda)” (21), el cual puede considerarse un heterónimo del propio autor, ya que más abajo dentro de la misma estrofa aparece la fecha y hora reales del nacimiento de Rodrigo: “nacido el 26 de diciembre de 1949 a las 11:30 A.M.” (21). Todos estos elementos presentes en su obra, contribuyen a que la poesía de Lira sea considerada —como ya lo apuntaba Lihn en su prólogo a Proyecto— hiperliteraria, una parodia de la literatura, apoética o poética (14) pero de una manera violenta y decisiva, contra la corriente del establishment del medio literario de su país. Lira retoma la obra poética de varios autores, tanto de los de su generación como de los de la anterior, y la recrea con sus excesivas manipulaciones lingüísticas, parodiando esos textos hasta el límite de desintegrarlos; tal vez por eso Lihn se refería a la poesía de Lira como apoética, debido a tal recurso de la experimentación utilizado hasta un grado que denota la compulsión obsesiva del poeta, trasladada en este caso a la escritura.
En su ensayo “Rodrigo Lira, poeta post-moderno”, Jaime Blume Sánchez observa las siguientes características de la obra de Lira: utilización de jergas de diversas disciplinas: “bípedo implume” (21), “melanina” (22), “El oxígeno —u O2 —” (35); “terapia / de grupo” (39), “sustancias químicas” (47), “karma” (56), “aptitud verbal” (61), etcétera; empleo de vocabulario de varios idiomas: “L’Amour” (21); “in her twenties” (22), “Ars poetique, deux” (31), “Poetry / May be Hazardous to Your / Health” (31), “smoke” (33), “kurz eins” (42), “durée de bourée” (56), “ad infinitum” (68), “alles ist in Ordnung, keine Kampf” (72), entre otros ejemplos; recurrencia al juego verbal: “Museos en Artí / culos de lujo” (29), “Fri-volidad” (31), “sin pánico cundiendo ni cúnico pandiendo ni púnico candi endo” (39), “geografea” (42), “ciertas cancioraciones sinfeccionadas, sinfectadas” (53), “doQ.mentos del antayer Q.atro gatos” (75), son apenas algunos, de muchos, juegos verbales en su poesía; presencia del humor y la contradicción chocante: “ingeniero de futuros utopizantes (dispone de varios para compartir)” (21), “una cabellera subdesarrollada: una calva en vías de desarrollo…” (23), “No agrego mi biografía pues, aunque pequeña fuese / una novela constituiría —en preparación—” (27), etcétera; referencia a la situación histórica: “A la Gente Pobre se le comunica / Que hay Cebollas para Ella en la Municipalidad de Santiago” (25), “de modo que la Muy Noble Ciudad de Santiago” (33), “las ansiedades que se perpetran cotidianamente” (37); combinación de un discurso refinado con una estructura desprolija: “No te olvides del lector, po / po / Poe / ta: el lector de poesía” (111); uso de citas del habla coloquial y literarias, así como de personajes: “Me dijo que eran / para la gente pobre” (25); trato carnavalesco entre el hombre y la mujer: “Cierta muchacha lejana ¿justifica ese destrozo?” (45), y la alusión intertextual al tema religioso: “según narra San Aldous Huxley” (21), “El reverendo Valënte recomiënda castidäd a Nerüda” (43), “como un cristo bizantino por las calles de santiago” (113).
Sin embargo, todos los rasgos postmodernos a los que se refiere Jaime Blume, bien pueden catalogarse como elementos de la estética neobarroca ya que, como aclara Calabrese en La era neobarroca, muchas son las veces en las que se emplea, en ocasiones erróneamente, el término postmoderno por el de neobarroco (28-30). Todo ese arsenal de recursos poéticos y retóricos utilizado por Lira, convergen nuevamente a los espacios dominados por el discurso esquizofrénico. Con naturalidad, la voz poética de Lira deambula entonces entre las superficies movedizas del Neobarroco.
Adolfo Estrella, amigo de Lira y quien una vez fue invitado por el mismo poeta a ingresar a su hogar, allá en el verano de 1981, describe el departamento donde vivía aquél como un lugar “austero, oscuro, con algunos montones de libros por el suelo, tenía una taza de WC sobre la mesa del comedor” (s/n), pero la oscuridad del lugar era que debido a que entraba mucha luz por los ventanales, el poeta prefería cerrar las cortinas para evitar precisamente tanta iluminación, hecho que recuerda uno de sus poemas, por el hábitat oscuro en que suele vivir el topo, ese animal personificado en el poema “Topología del pobre Topo”, texto escrito a cuatro manos, el cual está compuesto por dos partes: la primera se titula “Tranquilo el Topo”, en el que se aclara que es un “trabalenguas en ritmo de REdoble”, y cuya autoría estuvo a cargo de Lira. La segunda parte fue escrita a cuatro manos, por Rodrigo y Antonio de la Fuente, quienes de una forma contrastante y lúdica suscriben sus correspondientes textos con los pseudónimos LeRouge, de Antonio de la Fuente, y LeNoir, de Rodrigo Lira. Sin embargo, de la Fuente asegura que Lira reescribió después “Ulterior Desdibujo: contribución zoo-eto-lógica al trabalenguas del Topo”, el poema que habían escrito juntos (citado por García s/n).
En ambos poemas de Lira puede muy bien considerarse al “Topo” como su alter ego. Es por supuesto del título bajo el que se incluyen los dos poemas, que Hernán Dinamarca toma prestado para dar nombre a su video documental sobre el poeta. El texto contiene el siguiente epígrafe: “/ el Topo este es Paradoja, es Paradigma / y Epítome / / este Topo metafísico es Metáfora / de las más inequívocas imágenes /”. El mamífero se personifica mediante las acciones humanas de lucha y sobrevivencia que desarrolla a lo largo del poema, además con la mayúscula inicial de nombre propio se establece esa relación intrínseca con la voz lírica. Es decir que, finalmente, las vejaciones que sufre el topo en su diario discurrir por la vida, simbolizan la tragedia existencial en la realidad vital del autor. Las siguientes estrofas corresponden al poema “Tranquilo el Topo —trabalenguas en ritmo de REdoble/—”, cuya autoría le pertenece sólo a Lira:
Tormentoso, el Topo tiembla: tiene tristeza: atrona un poco.
El Topo no tiene comida: dinero tiene tampoco. Pero tiene taller
Tiene Taller: en las tardes talla tornea tañe tararea —atrona un poco.
El Topo se empecina se desmide se tropieza: se tropieza el Topo, repta
—tiene anatomía—, atrona un poco.

Siente el Topo la latitud del monte Tupungato, su tosca fosca topo grafía:
su altitud. Trepa entonces este monte tan campante (todo esto
entre sus mientes —o magines—, evidente: así, monta hasta elefantes).
Entremedio entabla con sus sombras tristes teatros decadentes:
¿tendrá el Topo en sus sitios sus tornillos o en su testa trae
tejas sueltas, y en sus patas rotos los tobillos?
Entretanto, se interroga, se entretiene, estudiando harto su Antropo Logía
—triste trópico es el hábitat del Topo, su típico tópico— tapizando
su entramado de tratados, combatiendo con un cúmulo de dudas, tragán-
dose enteritas gordas ruedas de carreta.
Toma notas el Topo, las anota en su libreta (104).

El aspecto lúdico del lenguaje presente en el poema, constituye una evidencia de que el diagnóstico de esquizofrenia hebefrénica asignado a Lira, es en gran medida el adecuado. En su estudio sobre el lenguaje esquizofrénico, Sergio Piro sostiene que en los hebefrénicos los juegos verbales son predominantemente fonéticos o vocálicos (275), tal como se observa en las dos estrofas anteriores. Construido a base de aliteraciones, este poema recrea un ambiente por demás sombrío y lúgubre, sustentado mediante un ritmo muy marcado por la utilización de los fonemas t, p, m, que insistentemente se repiten a lo largo del texto. Por otro lado, “Es Ti Pi” es el título en inglés de Ese Te Pe, letras que equivalen a las iniciales de cada palabra en todos los versos del poema de una extensión considerable, y por supuesto a las del estribillo “sólo tendrás piedras”:
2. Sueñas terremotos; pesadillas
silencian temas prohibidos:
solemnes tentaciones, persecuciones
sensacionales, televiendo pum—punes,
succionando tetas prostituídas,
sobajeando traseros —prominencias—,
sobacos, trenzas, púbises;
separando tristes piernas
sorprendiendo
triturando
poseyendo
suponiendo trepanaciones perversas:
sádicas torturas, profanaciones;
siendo tratado profesionalmente:
shocks terapéuticos
—profilácticos— (77).

En los versos anteriores que ponen de manifiesto un discurso autorreferencial, el hablante recurre a un sistema de repetición de las letras “s”, “t”, “p”, hasta agotarlo con el “StoP” del final del poema, como si se tratara de una obsesión compulsiva por parte del autor. La cosmovisión pesimista que se trasluce a lo largo del texto, es sintomática de un ente atormentado por los estragos de las enfermedades mentales. Entre éstas, las más comunes entre grandes artistas se encuentran el trastorno depresivo mayor, la esquizofrenia, el trastorno bipolar, el trastono de ansiedad y el trastorno por abuso de sustancias.
Porque escribo estoy así. Por
Qué escribí porque escribí ‘es
Toy vivo’, la poesía
Terminóo con-
migo.
huero V a c u o
gastado e in-nútil ejer-
Cisio: “el adjetivo mata, Matta…!”
Fri-volidad ociosa, tediosa y
Esporádica
[…]
[…] bajaron del monte
Olimpo, cayeron de la montaña
Rusa se sa-
caron la cresta paaalabaraa
en la noche ya nada.
en la noche ya nada
está en calma Poetry
May be Hazardous (1) to Your
Health
¡Oh, Poesíiah! […] (31).

¿Existirá acaso algún crítico de poesía que no se percate en la primera lectura del estilo neobarroco de estos versos, mismos que ostentan a la vez toda una gama de distorsiones propias del lenguaje esquizofrénico? Sin embargo, hasta el presente la obra de Lira no figura en ninguna de las antologías de poesía neobarroca. Bajo el título “Ars poetique, deux”, el poema anterior se re-crea con textos de poetas antecesores de Lira: Enrique Lihn, Vicente Huidobro y Nicanor Parra. Como sostiene Isabel Castro, variados son los medios retóricos y literarios de los que se vale Lira para deconstruir la obra de sus antecesores y crear a su vez la suya:
Su estilo de escrituración caótica, del collage, el pastiche, la parodia, la cita, la ironía, el retruécano, las aliteraciones, en síntesis, la intertextualidad exacerbada y enervada al máximo, nos habla de procedimientos que ya, desde las vanguardias, se venían utilizando, y que sus contemporáneos, e incluso, sus compañeros generacionales usaban y abusaban a discreción. Lira no hizo más que extremarlos, fatigarlos, hasta el cansancio, extenuarlos. La fascinación de una primera lectura, da paso a una aversión al reiterarlos. Sus fuegos de artificios, sus provocaciones exudan códigos ya conocidos, pero tensados al punto de la rotura y la estridencia. Nada nuevo bajo el sol, como el propio Lira lo declaró, pero hay que concederle ese acto de lucidez (s/n).
Todas las características de la obra de Lira expresadas por Castro, forman parte del lenguaje esquizofrénico en el que la presencia de los juegos verbales es fundamental. Según Sergio Piro, ya en las etapas iniciales de la esquizofrenia el paciente muestra un interés lúdico, por lo que en estadios más avanzados de la enfermedad es aún más significativo en el esquizofrénico el jugueteo con palabras, sílabas, vocales o sonidos (274). Lira, efectivamente, satura su obra con tales elementos lúdicos, ya sea a través de neologismos, aliteraciones, dilogías, arcaísmos o retruécanos: “Poemaanuncio” (21), “barrococontemporánea” (27), “Artí / culos” (29), “deste” (33), “paaalabaraa” (31), “trompeteantemente” (61), “S To P” (68), “Y sobre una rampa de rieles robados/ de los ramales de la red de ferro-” (71), “Epiglama oliengtaleh” (93), son apenas unos cuantos ejemplos de una gran variedad que se leen en su poesía.
En la página que antecede a la primera parte de Proyecto, los editores decidieron publicar el siguiente fragmento de la carta que Lira les dejó a sus padres: “…con respecto a mis textos y manuscritos, no sé si se podrá hacer algo. Durante mucho tiempo les tuve mucho cariño y les atribuí importancia. Ahora las cosas han cambiado, pero de todas maneras sentiría que se destruyeran así no más…” (17). ¿Por qué han cambiado las cosas?, ¿qué cosas son las que han cambiado?, ¿se refiere acaso a la decisión —tal vez recién tomada— de acabar ya definitivamente con su vida? Las declaraciones anteriores son las de un hombre desengañado ante las vicisitudes de su propia existencia. La consumación aguardaba muy cerca, y pronto estallaría en su propio domicilio, un día después de la Navidad. Justo el día y la hora cuando cumplía sus 32 años de haber nacido, Rodrigo Lira, el “pequeño saltamontes”, como le llamaban algunos de sus amigos, sin alharaca se despedía del mundo, tal como escribió en el poema, con el que ganaría por cierto un concurso de poesía en el que Lihn fue miembro del jurado, “4 tres cientos sesenta y cincos y un 366 de onces”:
O sea que en resumen habría que morirse sin alharaca
sin pánico cundiendo ni cúnico pandiendo ni púnico candi endo

suave, callado el loro
morirse
o quedarse en la vereda como un pedazo más grande que el promedio
de basura
saboreando algo así como un candi masticable o un goyak
y hasta incluso un caramelo bueno, de Serrano, o fino,
de Ambrosoli,
pero muriéndose,
muriéndose sin alharaca,
muriéndose (39).

En el fragmento anterior, se percibe con claridad a un hablante poético enfrentándose con ironía y hasta con humor negro a los pensamientos de muerte, que tan recurrentes son en
el paciente depresivo. Evidentes son también las filiaciones de los versos anteriores con el neobarroco, a partir principalmente del descentramiento y de la repetición de vocablos (morirse y muriéndose) y de ciertos fonemas (la aliteración está dada por la repetición y combinación de las letras s, r, t, l y m), los que contribuyen a imprimirle al poema una notoria cadencia rítmica a modo de ritornelo. Pero del mismo modo, esos versos exhiben algunas de las alteraciones comunes en el lenguaje esquizofrénico, como el juego de palabras, el discurso circunstancial y a la vez enfático, así como la inclinación por las cualidades eufónicas de los vocablos. De cualquier forma, en los poemas más extensos de Lira —“Angustioso caso de soltería”, “4 tres cientos sesenta y cincos y un 366 de onces”, “Ela, elle, ella, she, lei, sie”, “Testimonio de circunstancias” y “El mercado de las libres ocurrencias”— se advierten varias de las perturbaciones psicolingüísticas, entre ellas principalmente la logorrea, la glosolalia, el descarrilamiento, el lenguaje prolijo, el discurso autorreferencial, enfático, divergente, tangencial y circunstancial, la “ensalada de palabras”, etcétera.
“Morirse sin alharaca”, expresaba decididamente el hablante poético, y de ese modo, en efecto, iba el poeta en realidad ausentándose en silencio ya para siempre de la realidad física del mundo, ese casi mediodía fatídico del 26 de diciembre. Los restos cremados de Lira descansan en el Cementerio General de Santiago, en una tumba “muy camuflada entre grandes estructuras con un estrambótico estilo egipcio” (Valenzuela s/n). Frente a su mausoleo, la familia plantó un ilang-ilang, que era el árbol preferido del poeta. Un poeta que tal vez jamás se imaginó las repercusiones que tendría su obra en el acontecer del medio literario hispanoamericano, al formar ya parte del canon de la poesía del Cono Sur.
En su libro Anatomía de la melancolía, extenso ensayo médico, filosófico e histórico publicado en 1621, Robert Burton afirmaba categóricamente que todos los poetas están locos. Aunque por otra parte, también es cierto que no todos los locos son poetas. Así, consecuentemente, Lira produjo una obra poética de tal envergadura y de una originalidad sin precedentes, no obstante el excesivo empleo de la parodia y de la intertextualidad como recursos literarios, que resulta difícil de emularse. El poeta que una vez interpretó a Otelo para la televisión chilena, plasmó sus “escrituraciones” favorecido en primer lugar por su talento, pero también gracias a su condición mental que lo impulsó a ver otras realidades y a habitar otros mundos, tan distantes y desconocidos por los otros. La poesía de Rodrigo Lira, sin duda, manifiesta procedimientos y rasgos estilísticos que la emparentan con el Neobarroco, como por ejemplo el discurso proliferativo, la parodia, la heterogeneidad de registros, la ambigüedad textual, la alteración sintáctica (hipérbaton), la intertextualidad, entre varios otros. Por lo tanto, pudiera afirmarse además que el Neobarroco es un arte esquizofrénico, que no producido por esquizofrénicos, hasta constatar lo contrario. La genialidad poética de Lira, mucho le debe ciertamente a la locura que le abrió las puertas del conocimiento, que hasta con su propia vida pagó —después de haber osado crear— el tan alto precio.

Obras citadas

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EN LA CONTIENDA OTRA VEZ

Desde las ciénagas del odio
la memoria en fuga:
Llamaradas al acecho, fuego
equidistante en parajes ácidos.

Infiernos cruzados con el rigor de relojes
la calma devoran: La línea pura del cuchillo solo
cuando sólo sangra.

Derramadas ausencias en el licor del día.

De pronto
embriaguez de olvido. Lívido albedrío
de insectos antes de sucumbir.
Golpe del pie en el rostro
que un canto es
deshilvanando su melodía.
Dijérase funesto mediodía lírico
desde un dónde y un hasta cuándo
que imposible es de creerse:
Tinieblas
de iracundo fulgor cayendo.

Oscuridad precipitándose.

ALEVOSÍA DEL HOY

Juncos en la ribera.
Follaje y transparencia y ranas
y nubes alrededor. Los gansos
vuelan.

Solícita guarda una luna
la laguna, y un alto cielo
apenumbrado.

Cielísima la tarde se hunde
en tal laguna. Urdimbre
de espesores.

Sobre la faz del agua
un signo solo de interrogación: la luna.

La luna hiena.

FASCINACIÓN SOMBRÍA

Perdónenos
la luz
el tanto azoro

con el que descubrimos
y palpamos ciegos
las grietas múltiples
de su oscuridad:

Puro aletear de sombras
en el alero
de la claridad difusa.

SENTIDOS YA INTACTOS

En la órbita del silencio
los segundos giran: ojos
por la penumbra iluminados.
Voz despierta desde un qué
acallando su mudez perfecta
para cuánta cosa —que no es tanta.

Sólo mirar
y en ese vislumbrar de un siempre ahora
la luz se dice. De rotundos
ecos, su ámbito:
teñirla
de un tú resplandeciente.

TENACIDAD DE LO TODO EFÍMERO

fulguraciones de flor

y un solo fuego en la cúspide del juego: llama
tenaz
hoguera que no es y nunca fue
y era todo el infierno

sinfonía de silencios hay
bajo las puras sombras:
ámbito
donde al desvanecerse el aire
la claridad se afianza

en la lentitud del alba que se apresura
templado hielo casi niebla
tan sencillamente azul

tan leve

ALETEO ENTRE LOS TRINOS

Médanos de sombra en el resplandor
umbrío.
Manantial
allá lloviendo su letanía de relámpagos
y bajo el azoro
la celebración de atisbos.

(Cascada en azogues purificados.)

Cisterna la opacidad.
Incertidumbre por los recodos: mínimo
polvo, inasible arena:
luz insaciable. Esa la luz
aleteando
con levedad
entre los trinos todos del nunca atardecer.
Médanos
de nada.

Dunas desde el deseo y el ser,
sobre los riscos
en el perfil
del paisaje asoman.

Y polvareda en el sendero.
Amadrugado hacia el silencio así
nace el delirio:

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